Una palabra era todo lo que podía darle mientras luchaba contra la ira de mi bestia. No solo estaba desinteresada, sino que estaba furiosa ante la idea de que pudiera tratar de obligarla a besar a una mujer que no quería. No ahora. No cuando la fiebre nos montaba como fuego en las venas y una ira implacable fluía en cada fibra de nuestro ser cada momento de cada día. Como dirían los humanos: estaba pendiendo de un hilo.