Alejandro Zarur Osorio

A pesar de todos sus alcances, estos medios de comunicación no son una forma de retorno o de no haberse ido, sino una alternativa para no “desaparecer”.

La fotografía, entonces, se valora por su capacidad de evocar personas, lugares, tiempos, circunstancias, relaciones; de hacer las veces de alguien ausente; de animar la memoria, la nostalgia, la melancolía; de descubrir e informar novedades, advenimientos, logros, cambios, progresos, éxitos, realizaciones; de estimular o de reprimir el deseo de emigrar.

La fotografía deviene en imagen de la razón íntima, que a su vez motiva la razón íntima de la mirada ante la imagen.

Así, la fotografía en la migración trata y se hace parte de una experiencia singular, irrepetible; corresponde a un tiempo, a una historia, dice algo de alguien en concreto, de personas y no tanto de un sujeto social abstracto, como el que regularmente se construye desde la fotografía de la migración hecha por terceros, es decir, “desde el punto de vista del extraño”

Destacan los trabajos (iniciados en el lado estadunidense) de David Bacon, John Moore y Don Bartletti, además de las series que han hecho en el marco de proyectos más amplios Platon Antoniou y Sebastião Salgado.

desde el colectivo fotográfico Hermanos Mayo -refugiados republicanos españoles que llegaron a México en 1939- hasta el trabajo de, entre otros, Eniac Martínez, Pedro Meyer, José Hernández Claire, Francisco Mata Rosas, Elsa Medina, Ulises Castellanos, Pedro Valtierra, Irineo Mujica, Edu Ponces, Toni Arnau, Eduardo Soteras, Ricardo Ramírez Arriola, Fernando Meza, Byron Brauchli, Luis Eduardo Aguilar, Prometeo Lucero, Encarni Pindado, Alfonso Caraveo; además las recopilaciones que han hecho, tanto en México como en Estados Unidos, académicos como John Mraz, Devra Weber, Jorge Durand, Patricia Arias, Rita Arias-Jirasek y Carlos Tortolero; así como los trabajos más recientes de Dulce Pinzón y Alejandra Regalado.

En este campo de la fotografía de la migración entre México y Estados Unidos, y de su zona fronteriza, el archivo fotográfico más importante (con más de cien mil imágenes) está conformado por el trabajo que desde 1986 -como parte del proyecto Cañón Zapata- han hecho los fotógrafos que trabajan, o trabajaron, en El Colegio de la Frontera Norte (Tijuana, Baja California). En la fotografía de la migración el número y la diversidad de las imágenes son muy importantes. En el campo de la fotografía en la migración la relevancia de la imagen radica en su capacidad para dar origen a una historia, más allá de que socialmente se le identifique con registro, evidencia, testimonio o arte.

la fotografía no es prueba, sino memoria; como apunta Berger es un campo en el que coexisten diferentes tiempos: continuo en términos de la subjetividad que lo crea y lo extiende, pero discontinuo en su temporalidad.

En Chicago y en Tonatico se está haciendo la historia de las historias personales y familiares con fotografías, con videograbaciones, con objetos que corresponden a momentos muy importantes en la vida de quienes migraron, de quienes permanecieron en el lugar de origen, pero sobre todo para quienes “vienen atrás”, y así, asegurarse que nadie olvide lo que significa dejar todo.

Se está historiando en el más estricto silencio, con mucho cuidado y con el propósito claro de que las imágenes estén ahí cuando las siguientes generaciones se pregunten quiénes fueron y cómo vivieron aquellos que un día dejaron su lugar de origen para construir otra vida dentro de la vida.