Velia Vidal

La niña e Isa tenían el mismo tono de piel, el mismo cabello crespo, y a mí me quedó la sensación de que ese libro iba a desgastarse de tanto ser leído, porque para la niña sería como verse en un espejo: en cada lectura se encontraría otra vez con alguien que es como ella, su pelo, su piel, su abuelo, sus emociones, y tendrá, posiblemente, la sensación de compañía que resulta cuando uno descubre que no es la única persona en el mundo que está lidiando con ciertas cosas.

La niña se quedó mirando por un rato Isa trastos, un libro álbum en el que la protagonista, afro y de pelo crespo, crea divertidos inventos, pero tiene la tendencia a rendirse cuando las cosas no salen como espera.

Unos minutos después regresó un poco agitada por correr, traía apretados en sus manos unos billetes que mostró y dijo: «Mi mamá que si me pueden separar este libro con esto, y que ella viene por la tarde y trae el resto de la plata». El librero encargado, mi sobrino Simón, me miró pidiendo autorización para ese método de venta, que por supuesto autoricé mientras intentaba evitar que las lágrimas salieran de mis ojos aguados.

hacer una promoción de lectura pertinente a las realidades culturales de la región, que no ignore la historia colectiva y las necesidades individuales de fortalecer el autorreconocimiento y la autoestima.

racistas que empañan el espacio seguro y lleno de belleza que son las bibliotecas, o el íntimo instante de amor que es una lectura compartida.

En los últimos años la cobertura de las bibliotecas ha crecido en Colombia, y el departamento del Chocó no es la excepción. En cada uno de los treinta municipios hay al menos una biblioteca adscrita a la Red Nacional de Bibliotecas Públicas. Lo que cabe preguntarse es el grado en el que estas bibliotecas dialogan con las particularidades sociales y culturales, más allá de estar localizadas en un territorio en especial.

Lo primero que tendría que entender una biblioteca es la historia de la comunidad donde está anclada, y en el caso de las comunidades afro, al menos en toda Latinoamérica, esto significa reconocer lo que verdaderamente define al pueblo afrolatinoamericano, que es la existencia de una raíz común. Una raíz que habla de la esclavización.

a pesar de la abolición legal de la esclavitud —desde 1851 en el caso de Colombia—, ha cargado consigo las múltiples consecuencias asociadas a la exclusión. No es casual que, cuando se cruzan las estadísticas de pobreza, de bajo acceso a servicios públicos y a educación, estas coincidan con las comunidades mayoritariamente afro o racializadas.

En segundo lugar es indispensable que se entienda a cada usuario como un individuo que puede tener una raíz en común con otros, pero no puede ser definido a través de estereotipos.

Una biblioteca consciente de sus usuarios afros debe identificar y reconocer a los autores afros, las colecciones que incluyen estos autores y las temáticas asociadas a esta población, y ponerlas al alcance de los usuarios.