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Camina por la vertiente oeste del lecho de un valle de bosque mixto: árboles frondosos y prados, está oscureciendo, pero oy
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No faltaba nada.
Pasan por allí otros dos lapones, padre e
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IV
Pasaron muchos días entre las siegas, y Oline no llegaba.
Isak, libre ya de las labores del campo, fabricó dos guadañas y dos rastrillos, puso un suelo en el carro para poder cargar el heno, y con m
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Se le sirvió la leche, y al perro la comida. El lapón oyó una música que salía de la sala. —¿Qué es eso? —Es nuestro reloj de pared, que está dando la hora —contestó Inger, a punto de reventar de orgu
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Isak aprovecha el tiempo entre las labores del campo para limpiar unos troncos que tiene guardados, alguna idea le rond
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Pasan los días. Hace buen tiempo para la tierra, sol y chaparrones, y la cosecha resulta acorde. Los colonos están a punto de terminar la siega, cogen tanto heno que apenas tienen sitio para almacenarlo, lo me
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. Cuando Isak volvió a casa e Inger vio todo lo que llevaba, se apartó y lloró. —¿Qué pasa? —preguntó Isak. —Nada —contestó ella—.
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VIII ¿Transcurren los años deprisa? Sí, para el que haya envejecido. Isak no era viejo ni se había debilitado, y los años se le hacían largos. Trabajaba en su granja, dejando crecer a su aire su barba de hierro.
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asan los años. De nuevo llegó a Sellanrå un ingeniero con un capataz y dos obreros; de nuevo iban a trazar la línea del telé
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ak conduce hasta llegar a un charco en la ciénaga. El fondo es negro y la superficie del agua, inmóvil. Isak sabía para qué servía, durante toda su vida apenas había usado otro espejo que los charcos en las ciénagas. Hoy va muy bien vestido, luce una camisa roja. Saca unas tijeras y empieza a cortarse la b
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