Qué país de mierda, pensó, imaginándose la camilla del matasanos en algún sótano clandestino, mugriento, sórdido, sin ninguna supervisión: sociedad hipócrita que promueve un mercado negro en el que las niñas ricas pueden abortar exitosamente pagando una fortuna mientras las niñas pobres se mueren desangradas por hacer lo mismo.