—¡Usted sueña! —exclamó el chico.
—A menudo —dijo el vampiro—. A veces deseo no poder hacerlo. Porque como ser mortal nunca tuve unos sueños tan prolongados y lúcidos; y tampoco tuve pesadillas tan retorcidas. En los primeros tiempos, esos sueños me absorbían tanto que, con frecuencia, luchaba para no despertarme y poder quedarme echado a veces durante horas, pensando en esos sueños, hasta que había pasado la mitad de la noche; y, aturdido por ellos, trataba de comprender su significado