el hombre está más indefenso ante la pobreza y la enfermedad que ante los ídolos muertos. La abolición forzosa no le ayudará a sacudirse de los hombros el odioso yugo de la macabra herencia, porque volverá a crecer por sí sola —tampoco el camello se queda sin joroba cuando lo liberan de su carga—, pero el espíritu se libera aceptando otra carga, el «yugo fácil».