Lorenzo F. Díaz

Quería conocer a esa persona del otro lado del buzón que sabía que la luz ordinaria se ve refractada por prismas microscópicos en las plumas de los colibríes y crea la iridiscencia de su cuello rojidorado.

Como siempre, la grosera mano de la muerte era la estrella de la función.

¿Por qué debía ser el herido, el que aún sangra, quien carga con la responsabilidad del perdón?

Recordó la definición que tenía su padre de un hombre: uno que puede llorar libremente, sentir la poesía y la ópera en el corazón y hacer lo que sea necesario para defender a una mujer.

Hasta que, por fin, en un momento indeterminado, el dolor de su corazón desapareció como el agua al filtrarse por la arena. Seguía allí, pero en lo más profundo

que un hombre de verdad es aquel que llora sin vergüenza, lee poesía con el corazón, siente la ópera en el alma y hace lo que haga falta para defender a una mujer.

Pero, a base de limpiarlo, como los malos recuerdos, apenas se veía.
Kya s

Las palabras de los poemas sirven para algo más que decir cosas. Agitan las emociones. Hasta hacen reír.

i yo tengo hijos y tú tienes hijos, bueno, haremos una nueva serie de conexiones.

Hasta en la naturaleza, la paternidad es una línea más fina de lo que uno cree.