Una vez que los despojaron de toda su ropa y los registraron a fondo (especialmente a las mujeres), los pusieron en fila ante las tumbas abiertas. Uno a uno, tuvieron que colocarse sobre el tablón que colgaba sobre la zanja, de modo que, cuando les disparaban, caían directamente en la tumba abierta [...]. Finalizada la operación, las tumbas se cubrieron [...] durante varios días después de la operación, la tierra que cubría las tumbas se estuvo moviendo; parecía susurrar.