Jacqueline Roso

Se me olvidó
De tanto mirarte

se me olvidó

girar mi mirada hacía mí.

Se me olvidó

sentir mis caricias,

oír mi voz.

Guardé mis deseos

para tiempos de soledades.

Las fuerzas, las ganas

nacían y morían

en tus sueños.

Se me olvidó

que es fácil caminar sola

sin tropezar, sin pisotones,

sin más guía que una misma.

De tanto quererte,

se me olvidó amar

a quien más fiel me sería,

a mí misma.

Y si no te hubiera querido,
y si no me hubieras hecho
tan feliz,
¿me dolería ahora tanto
tu recuerdo?

Deseo
Arañarte,

hasta que mis uñas se fundan en tu piel,

hasta que tu sangre se deslice por mis manos.

Morderte,

deshacer tus venas en mi boca,

sentir tu olor quemar mis pulmones.

Probarte,

recorrer tus rincones sin tocarte,

llevar en mi lengua a lo que sabes.

Déjame perderme en ti

De tanto quererte,
se me olvidó amar
a quien más fiel me sería,
a mí misma.

Que cuando me rompí(ste), la mala suerte
me la lleve yo, y los siete años se convirtieron
en vidas, aunque yo siempre fui más perra
y he perdido la cuenta de las veces
que me quedé afónica aullando a la luna
sin más resultado que su mirada indiferente.
Y la tuya.

Una aprende que no hay metas inalcanzables, hay
objetivos que no merecen la pena.
Que la muerte besa en los labios, el cuerpo y el alma.

Que hay piedras en el camino que son montañas.
Que la decepción es servida en bandeja
por las personas más apreciadas.
Que no todo tiene la propiedad de olvidarse.

Que a veces por mucho que se ande no se recorre
distancia, se recorre experiencia.
Que las ilusiones mejor acompañadas que solas.
Que los miedos agarran el sabor de hacerte perder,
no de ganar.
Que hay promesas que no se deben cumplir.
Que las mayores luchas a menudo son con nosotros
mismos.

Que hay verdades que hacen que el resto de las cosas
parezcan mentira.

Que las peores lágrimas vienen envueltas con el más
duro de los silencios.