Cecelia Ahern

– ¿Por qué estás haciendo realidad los sueños de mi madre? -preguntó escrutándole el rostro en busca de respuestas.

– Para que no huyas como hizo ella para ir en su busca -contestó Ivan cogiéndole la mano-. ¡Vamos, acompáñame!

que el vínculo con tu mejor amiga desaparece en cuanto conoces a otra persona? Puede que así sea, y que yo no lo entienda porque no he conocido a ese «alguien especial». Tampoco es que tenga demasiada prisa. Me gustaban las cosas tal como estaban.

Miro fijamente la inmensa negrura que se extiende más allá de mis párpados cerrados. Aunque estoy tumbada y quieta en el suelo, me siento colgada del punto más alto que quepa imaginar; agarrada a una estrella en el cielo nocturno con las piernas pendiendo sobre la fría y negra nada.

A veces los secretos viven en ellas, a veces ellas viven en sus secretos. Aprietan con fuerza los brazos para estrecharlos contra sí, enroscan la lengua alrededor de la verdad. Pero con el tiempo la verdad prevalece, se alza sobre todo lo demás. Se retuerce y culebrea dentro, crece hasta que la hinchada lengua ya no puede seguir envolviendo la mentira, hasta que llega el momento en que necesita escupir las palabras y mandar la verdad volando por los aires y chocando contra el mundo. La verdad y el tiempo siempre van de la mano.

A veces es preciso entregarse a alguien para ver quién es uno. A veces hay que desenvolver cosas para llegar al corazón.

ya que allí estaba él, de repente con frío y envidia cuando antes tenía calor y era feliz.

Un espacio y una frialdad monstruosos en unas sábanas que no se podían calentar.

Un espacio y una frialdad monstruosos en unas sábanas que no se podían calentar.

- Bah, en realidad nadie debería hacer caso a nadie, no se puede controlar nada salvo lo que hay dentro de este círculo. -Los brazos de Gabe describieron un arco en torno a su cuerpo-.

Ciertamente no soy muy buen malabarista, pero en realidad no son malabares si ya he decidido dejar caer esas dos y quedarme con ésta en la mano, ¿no?