Neal Shusterman

Eran como las exquisitas togas vaporosas de los ángeles del Renacimiento, a la vez pesadas y más ligeras que el aire.

El pasado nunca cambia… Y, por lo que veo, tampoco el futuro.

el crecimiento de la civilización había llegado a término.

En lo concerniente a la carrera humana, no quedaba nada más que aprender, nada que descifrar sobre nuestra propia existencia

A menudo aparecía antes que la razón y no se iba hasta que el daño estaba hecho

Un bofetón en la cara me fortalece. Me recuerda que soy humano.

Era un diamante del tamaño de su nudillo con un núcleo oscuro.

—Ni quiero ni querré serlo —repuso ella, retrocediendo.

—Ese es el primer requisito.

Había dolor, miseria y desesperación.

El final de la vida humana solía estar en manos de la naturaleza, pero se lo hemos robado.