Eduardo Mendicutti

A fin de cuentas, una se ha pasado la vida rebautizándose, porque tuve un nombre para cada cosa que fui, y a veces fui dos cosas al mismo tiempo y tuve dos nombres a la vez

Entonces soy yo el que se levanta, lo que provoca la alarma del abuelo, que me mira como si me hubiese bajado los pantalones para servir mis pelotas de postre.

Bastante tenemos con nuestros padres y nuestros problemas para que alguien de fuera nos cuente a quién podemos querer y a quién no y de qué manera podemos hacerlo.