Así que cuando a las mujeres les decimos que simplemente desconecten, o que pasen menos tiempo en Internet, o que dejen de visitar ciertas páginas web, lo que estamos diciendo en el fondo es que son ellas, y no sus acosadores, quienes deberían sufrir las consecuencias negativas del troleo. Son ellas, no los trolls, quienes deberían verse excluidas de espacios hostiles. Estamos sugiriendo que el precio que las mujeres deben pagar para escapar del ciberacoso es sacrificar su carrera, que es justo lo que Lee-Kennedy se vio obligada a hacer.