Rebecca Makkai

Hasta la una del mediodía, hoy era el mejor día de mi vida.

Mientras estábamos allí, no paraba de pensar: «Esto es demasiado bueno para ser verdad. Aquí hay gato encerrado. Me están tendiendo una trampa». Quizá era mi subconsciente.

ocasión: «Para nosotros, París ni siquiera era París. Todo era una proyección. Era lo que necesitábamos que fuera».
Esa

estaba seguro de por qué confiaba en Cecily, pero lo hacía. No habían hecho nada más que avergonzarse uno frente al otro. Bueno, ¿no era así como se creaban los lazos entre los miembros de las fraternidades? Si se vomitaban suficiente cerveza encima, estaban unidos de por vida.

ha estallado una bomba atómica y eso no hay forma de repararlo.

enferme?
–Podría enfermar yo antes que él. Este virus es impredecible. Y si enfermo, no sé si quiero que sea él quien esté ahí para cogerme la mano.
–Entiendo

Solo sabemos lo que pasa dentro de nuestro propio matrimonio. E incluso entonces, apenas nos enteramos de la mitad», le dijo.

Y tal vez era más difícil perdonar a una madre que a un hombre.

las personas que se dejaban embaucar por sectas no solían tener familia, eran personas que en otras circunstancias se habrían unido a una banda criminal. O al menos eso es lo que uno se dice para convencerse de que a su hijo no le pasarán las desgracias que le suceden a los hijos de otros. Una mujer maltratada, eso lo entendía. O una mujer tan sometida a un hombre dominante que no tuviera más remedio que seguir adelante con ello.

obsesión por susurrar tal vez provenía de la costumbre de evitar hablar de la enfermedad cuando la persona afectada estaba lo bastante cerca para oírlo. O tal vez quería ocultarle a Charlie su reacción. Podría haber gritado, ¿no? Podría haber tirado abajo la puerta del dormitorio y abrazarlo, o golpearlo, en lugar de quedarse allí sentado pensando en su propio cuerpo, su propia salud, su propio corazón.