Una de las cuestiones que más se valoran de los viajes, el arte, la naturaleza, el trabajo y ciertas drogas es la manera en que estas experiencias, en su mejor versión, bloquean todos los caminos mentales hacia delante y hacia atrás, sumergiéndonos en el flujo de un presente que es, literalmente, maravilloso, el subproducto de ese mismo primer vistazo libre de cargas, la mirada virginal, al que el cerebro adulto (¡tan ineficiente!) se ha cerrado.