Julia Quinn

Y luego estaba Kate Sheffield.
La pesadilla de su existencia.
Y el objeto de sus deseos.
Todo al mismo tiempo.

El amor por esa mujer lo llenaba. Le hinchaba el pecho, le hacía cosquillas en los dedos y le cortaba la respiración

Se suponía que él no debía haberla escuchado pero lo hizo, porque la miró con la cabeza ladeada y dijo:

—Quería recuperarte.

Suyo, como siempre,

Phillip Crane

necesito como el aire que respiro. Eres mi pan y mi agua.

—Cualquier momento —dijo—, siempre que esté contigo.

—Una mujer controladora, ¿eh?

—Me extraña que no lo adivinara por las cartas.

—¿Por qué cree que la invité? —respondió él.

—¿Quiere a alguien que controle su vida?

Estaba hambriento, la necesitaba y la besó como si se fuera a morir sin ella, como si fuera su alimento, su aire, su cuerpo y su alma.

Te necesito como el aire que respiro. Eres mi pan y mi agua.

«Jamás pensé que me pasaría a mí.»