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Carl Chinn

  • b1443881277fez uma citaçãohá 2 anos
    Dyke Wilkinson, quien nació alrededor de 1835 y vivió desde los nueve años en el Dog and Partridge de Kenyon Street, Hockley, una taberna que regentaba su padre. En 1912 escribió:

    Mi único patio de juegos era la calle. Mi grupo de amigos y yo jugamos cientos de veces a «pitch back»,* «fox and dowdy»* y «bear and tender», entre otros juegos bruscos
  • b1443881277fez uma citaçãohá 2 anos
    Estos juegos relativamente inocentes terminaban, a menudo, en peleas callejeras
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    recordaba:

    Todos los chiquillos desde, más o menos, los seis años hasta la edad adulta (que, en 1920, eran los catorce años) debían formar parte de una banda callejera y experimentar la guerra entre calles rivales para creerla.
  • b1443881277fez uma citaçãohá 2 anos
    De pequeños nos peleábamos con miembros de otras calles: Avenue Road, Chester Street, Holland Road, Rocky Lane… Oh, los de Whitehouse Street éramos los puñeteros gallitos del norte. Éramos Dougie Ayres, Jackie Hunt, Herbert Mortiboy, Bobby Steel, yo y otro puñado de chicos. La gente nos observaba mientras nos peleábamos a puñetazos. Sabían que no nos hacíamos daño. Cuando acababas en el suelo, no podías volver a la trifulca. Nunca vi ninguna patada. Si te tocaba pelear, lo hacías rodeado de un círculo de personas y los policías solo intervenían si alguien resultaba herido.17
  • b1443881277fez uma citaçãohá 2 anos
    Fred Franklin tenía unos recuerdos similares: «Los críos se peleaban con puñeteros listones de madera y postes de los tendederos, entre otros objetos. Librábamos nuestras batallas, unas calles contra las otras».
  • b1443881277fez uma citaçãohá 2 anos
    vivir allí era «muy pero que muy duro, porque siempre tenías que demostrar tu valía».
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    Alfred «Buck» Chinn
  • b1443881277fez uma citaçãohá 2 anos
    «Pero cuando nos enfrentábamos, lo hacíamos siempre hasta el final y con los puños».
  • b1443881277fez uma citaçãohá 2 anos
    Engañar, dentro de unos límites, a las autoridades o a las grandes compañías era aceptable, pero robar o causar sufrimiento a tus compañeros resultaba inadmisible. Por eso, existía la ley no escrita entre los niños que jugaban en la calle de que provocar daños a la propiedad de algún vecino debía compensarse. Si se rompía la ventana de alguna casa durante un juego, los participantes hacían una colecta y la ventana se sustituía de inmediato, pero si hacían añicos el cristal de una farola, detenían el juego en el momento y miraban a su alrededor para asegurarse de que nadie, sobre todo la policía, lo había visto. Nuestra relación con los agentes era tan amistosa como la de dos antagonistas, pues su trabajo era impedir que jugáramos al críquet y al fútbol en la calle y el nuestro era que no nos pillaran. Era casi como un juego en el que la justicia se impartía al momento con un buen tortazo detrás de la oreja.
  • b1443881277fez uma citaçãohá 2 anos
    pitch-and-toss
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