El lector debe advertir que la desvalorización del sujeto en contra suya es absoluta, cuando de hecho su inferioridad es sólo relativa. Este sentimiento es el efecto de una inadaptación de sus verdaderos recursos a los fines que se propone realizar. El instinto de poder le empuja demasiado lejos, y le impide medir con exactitud sus fuerzas, provocando un desequilibrio entre lo que quiere y lo que puede. Comparando los resultados que obtiene con los que desea obtener, se considerará a sí mismo como un débil o un incapaz, es decir, como un hombre inferior. Pero nadie puede vivir con la conciencia agobiada por esas ideas depresivas, y si el individuo no reacciona prontamente contra ellas, está en peligro de convertirse en un suicida. Hay en él impulsos enérgicos de defensa que tienden a librarle de estas ideas contrarias a la vida. Es posible que, en algunos casos, descubra su error y rectifique la idea exagerada que tenía del valor de su personalidad. Entonces se pondrá en armonía con la realidad, y quedará convencido de que, dentro de una esfera más modesta de actividades, él es tan capaz como cualquier otro. El sentimiento de inferioridad desaparece, y el conflicto está resuelto, a la luz de una conciencia justa de la situación.