Para decirlo en otros términos, la cultura misma, como diferencia mayor de la naturaleza, es la que se inscribe plenamente en el rechazo de este poder. ¿Y acaso no es precisamente en su relación con la naturaleza cuando la cultura manifiesta un desmentido de igual intensidad? Esta identidad en el rechazo nos lleva a descubrir en las sociedades indígenas, una identificación del poder y de la naturaleza: la cultura es la negación de uno y otra, no en el sentido en que poder y naturaleza constituyan dos peligros diferentes -o tan sólo idénticos negativamente en una misma relación al tercer término, sino en el sentido en que la cultura aprehende el poder como pura resurgencia de la naturaleza.