Eloy Fernández Porta

En el TrashDeLuxe la basura es elevada al rango de verdad absoluta por medio de un envoltorio que recubre la escoria y le confiere una pátina pop

Se le ve llorando. Pero de entre todos ellos no es el que más grita: ese honor corresponde a la artista austríaca, la que se instaló en la calle con sus cuadros. Lo suyo es el llanto.

Tiene buenos lagrimales

El dolor físico empieza a atenuar un poco el rumor de termitas en mi cabeza

Cuando hago como si me reventara la cabeza me mueve una necesidad de acallar ese sifón interior, hay algo de cariño y de piedad en las bofetadas; en cambio, al golpearme en la mejilla soy como una maestra que no pudiera soportar más el cafarnaún de los niños y los abofeteara con odio, con más fuerza de la que usaría con un adulto, hallando, en esa brutalidad desencadenada, unas migajas de calma.

Cuando rompes a llorar en la calle los únicos que te dirigen la palabra son los que trabajan allí, al aire libre. Los transeúntes no se detienen; en la mayor parte de los casos, ni siquiera se fijan.

«¿Qué quiere decir que ya no te funciona la cabeza?» La mirada de fastidio que acompañaba esa frase incrédula

Dame una tregua, cabeza. Por favor

¿Cómo era capaz de hacer todas aquellas cosas? ¿Qué senda me llevaba a lo largo del día?

«¿Cómo haces para evitar caer en pozos de autocrítica?» Respondo alguna estupidez sobre inteligencia emocional, que, a principios de los noventa, es la jerga de moda, mientras pienso que cómo podría evitarlo. Que vivo ahí

Me irrita la perplejidad con que los amigos reciben las noticias sobre su enfermedad y se recrean en los detalles de sus expresiones. ¿Y qué tiene de raro? ¿Acaso no hemos vivido siempre en pleno brote?