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Carta de Rebecca West a H.G. Wells

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Rebecca West fue una gran periodista, escritora y feminista. Publicónovelas, ensayos, obras de teatro y críticas. Hablaba del “deberde la crítica dura” por parte de los intelectuales. Alguiencélebre no sólo por sus escritos sino también por cambiar la formade entender el feminismo, cuando era concebido como odio a loshombres.
En 1912, publicó una crítica en una revista, en la que acusaba alescritor H.G. Wells de ser “el soltero de los novelistas”. Fueuna crítica provocativa y valiosa, escrita con mirada brillante yfeminista.
El respondió a la crítica invitándola a almorzar. Poco tiempodespués -la vida da sorpresas y nunca avisa-, crítica y criticadose enamoraron e iniciaron un largo y tempestuoso idilio que duródiez años y del que nació un hijo. Fue una relación tormentosa eirregular. “En ocasiones nos quisimos mucho”, dijo alguna vez él.“Todavía nos queremos. Nos hicimos daño mutuamente”, dijo ella.De cualquier forma, después de separados, fueron amigos hasta lamuerte.
Esta carta es de uno de esos momentos tempestuosos. “Durante lospróximos días o me pegaré un tiro en la cabeza o cometeré algomás devastador que la muerte”, le dice ella.
Acá una carta de Rebecca West. Acá la mujer rebelde, liberada,orgullosa de su sexo, feminista y sufragista. Una de lasintelectuales más formidables y estimulantes del Siglo XX. Acátambién una mujer rogando: “No me dejes completamente sola”. Leela actriz Lala Mendibil.
***
Estimado H.G. Durante los próximos días, o me pegaré un tiro en la cabeza ocometeré algo más devastador que la muerte. En cualquier caso, seréuna persona muy diferente. Me niego a que me engañen para que no veami escena en el lecho de muerte.


No entiendo por qué me querías hace tres meses y ahora no. Ojalásupiera por qué. Es algo que no puedo comprender, algo quedesprecio. Y lo peor es que si te desprecio, me enfurezco porque teinterpones entre la paz y yo. Claro que tienes razón. No tengo nadaque darte. Solo te apasiona la emoción y la comodidad. No quieresmás emoción y yo no doy consuelo a la gente. Nunca los cuido, salvocuando están muy enfermos. Llevo esto al extremo. Pensándolo bien,me imagino que la ocasión en que mi madre me encontró más útilpara vivir fue cuando la ayudé a salir de una casa en llamas. Siempre supe que algún día me lastimarías hasta la muerte, peroesperaba elegir el momento y el lugar. Siempre me has mostrado unahostilidad inconsciente y he intentado apaciguarte socavando mi amorpor ti, reduciéndolo a lo más pequeño que deseabas. Siempre mesiento perdido cuando me topo con hostilidad, porque puedo amar yprácticamente no puedo hacer nada más. Yo no era la personaadecuada para ti. Quieres un mundo de gente que se abalanza sobre símisma como cachorros, gente con la que pelear y jugar, gente que seenfurece y sufre en lugar de gente que arde. No puedes concebir aalguien que resienta tanto la humillación de un fracaso emocionalque intente suicidarse dos veces: eso te parece absurdo. No puedoconcebir a una persona que ande por ahí encendiendo hogueras y, sinembargo, alimente una aversión al fuego: eso me parece absurdo.
Literalmente me has arruinado. Estoy quemada hasta los cimientos.Quizás me reconstruya o quizás no. Dices que las obsesiones soncurables. Lo son. (...) Una vez consideraste mi disposición a amarte algo hermoso yvaliente. Sigo pensando que lo fue. Tu soltería te hace sentir que una mujer desesperada e irremediablemente enamorada de un hombre esun espectáculo indecente y una inversión del orden natural de lascosas. Pero deberías haber sido demasiado buena para sentirte así. Daría mi vida entera por volver a sentir tus brazos a mi alrededor. Ojalá me hubieras amado. Ojalá te hubiera gustado. Tuyo, Rebeca PD: No me dejes completamente sola. Si vivo, escríbeme de vez encuando. Me quieres lo suficiente. Al menos, eso pretendo.






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Editora
Epistolar
Série
Epistolar
Ano da publicação
2025
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