¿Y si te dijera que eres capaz de trabajar en algo de tal manera que eres imparable? Así es. Cuando entras en un determinado estado mental y emocional, parece que todo lo que puedes hacer es producir mucho de tu mejor material. No importa lo que ocurra a tu alrededor.
No importa si te has levantado con el pie izquierdo. No importa si la gente que te rodea está alucinando. Sigues siendo capaz de producir un montón de cosas, ocuparte de tu mejor trabajo y sentirte bien por ello. ¿Te parece una locura?
Esto se llama tu estado de flujo. La buena noticia es que todo el mundo tiene uno. Puede adoptar diferentes formas. Definitivamente tiene lugar en diferentes momentos. Puede ser provocado por muchas cosas. Al fin y al cabo, somos personas diferentes, de diferentes ámbitos de la vida, con nuestras propias experiencias. Estas diferencias se acumulan. Sin embargo, una de las cosas que tenemos en común es el estado de flujo.
Aquí es donde las cosas son ridículamente fáciles. Se produce mucho más y se puede alcanzar un nivel de calidad realmente alto. Es un momento en el que se alcanza el máximo rendimiento. Todo el mundo es capaz de hacerlo.
El problema es que, para la mayoría de nosotros, tropezamos con nuestro estado de flujo. Es algo así como ir caminando por la carretera y escuchar un estruendo más adelante. Empieza a llover y, de repente, te cae un rayo. Pues bien, con qué frecuencia ocurre eso. Por desgracia, en el caso de los estados de flujo, no es lo suficientemente frecuente.
