En cada etapa de la vida, enfrentamos desafíos que nos exponen a nuestra propia
fragilidad: caídas morales, decisiones equivocadas, pérdidas, crisis de fe, momentos de
sequía espiritual. En medio de todo ello, hay una verdad que no cambia, una roca firme
que sostiene el alma: Dios es fiel. Aunque nuestra humanidad se revele con errores,
tropiezos y dudas, Dios permanece firme, constante y amoroso. Su fidelidad no depende
de nuestras obras, sino de su carácter eterno. Esta es una de las verdades más poderosas y
consoladoras del mensaje cristiano